DIARIO

PRIMERA PARTE: TRENES E IDEAS NO CORRESPONDIDAS


Oreste y Pilade, Giorgio de Chirico

Guiada por la curiosidad, la recién llegada emprende camino hacia aquellas dos figuras que, con cada uno de sus insonoros pasos, comienzan a tomar forma ante sus ojos. La más alta de ellas es en su totalidad de un tono anaranjado y trae consigo diversas láminas de madera agujereadas sin un orden aparente. No tiene rostro y nada en su composición permite definir su sexo, de hecho no es hasta que comienza a hablar que nuestra chica sospecha que puede tratarse de un hombre. O al menos, algo similar.

–Se acabó, Oreste– su voz es en todo momento serena; su acompañante suspira con pesadez–. Debes de comprender que ni tú ni tus estúpidos ideales formáis parte de mi realidad ahora. Puede que durante un tiempo, tus insensateces sobre el amor tuvieran sentido para mi, pero te aseguro que eso es agua pasada.

–¡Por la idea de Dios, Pilade! ¿Cómo es posible que los seres del carromato hayan conseguido meter esas estúpidas ideas en ese cerebro de hormiga tuyo?

La atención de la chica pasa a la figura blanca, casi plateada. Al igual que con el tal Pilade, solo consigue hacerse a la idea de su posible sexo por su tono de voz, pues a parte de unas líneas en lo que debe ser su rostro nada más decora su piel. O lo que quiera que le cubra los músculos y los huesos, piensa la chica, si es que tiene algo de eso.

Ninguno de los extraños parece percatarse de su presencia y ella tampoco hace nada para remediarlo. Al contrario, mantiene las distancias lo justo como para continuar escuchando su curiosa discusión.

–El carromato es la solución a los interrogantes, pececillo. Tú no eres el problema, lo es la idea que te mueve. ¿Comprendes que todo ese mundo de las ideas del que hablas y que tanto defiendes no es mas que una soberana estupidez? El tren a nuestras espaldas es igual de tren que el de la estación de las tres banderas y la función de ambos es transportar mercancías y personas. Puede que no sean físicamente iguales, pero su función es la misma.

El pececillo Oreste, denominada así supongo por su similitud con el brillo característico de las escamas de los peces, niega repetidamente antes de tomar el rostro de Pilade, quien sorprendido deja caer los extraños objetos que cargaba. Como nuestra chica esperaba, no producen ruido alguno al impactar con el suelo.

–Pilade, la plaza de las tres banderas no tiene una estación. Tiene un puerto, y son barcos los que descansan amarrados a los muelles. Estás volviéndote loco. Pero las ideas pueden ayudarte, pueden sacarte del falso mundo en el que crees vivir, tal y como hicieron conmigo–hace una pausa en la que mira hacia la extraña fuente de aguas calientes topándose en el camino con la chica, mas la ignora por completo–. El amor que sientes por mi puede ser tu intercesor.

–Primero de todo, ambos cumplen la misma función, llámense barcos o trenes, lo que más gustes–esta vez es él el que niega con la cabeza–. Segundo de todo, tus ideas son intangibles y, por lo tanto, no son válidas. Y por último...ese amor del que hablas tampoco es tangible, por lo que su validez se reduce a la misma que a la de tus ideas. Déjalo estar, Oreste. Ambos somos de mundos diferentes y así debe seguir siendo. Supongo que fue interesante mientras duró, pero se acabó.

Y con esto, recoge del suelo sus pertenencias y se aleja en dirección al mismo tren que había mencionado minutos antes, dejando plantada al pececillo con la boca abierta. De nuevo, ningún sonido lo acompaña. La chica piensa que este dato se esta volviendo realmente perturbador. Es tan solo una vez la figura roja de Pilade deja de ser visible que Oreste se gira hacia ella. Descubre entonces que le resulta mucho más perturbador no poder leer la expresión facial de la casi plateada, pues no sabe que esperar de su escaneo.

–Y tú, ¿de dónde has salido? ¿Eres la nueva conejilla de indias de la que tanto parlotea últimamente Ares? Porque si es así, te deseo la mejor de las suertes. Igual contando con ella esos estúpidos del carromato no consiguen corromperte–la voz del pececillo a tomado un matiz imperativo que no hace más que hacerle sentir aun más confundida.

–P-pero...¿de qué hablas? ¿Conejilla de indias? ¿Qué es esto, un experimento social o algo así?–pregunta la chica con la voz temblorosa.

Oreste adopta una pose de brazos en jarras y hace el amago de alejarse de allí, pero algo parece hacerle cambiar de idea. Acorta la distancia que las separa y toma su rostro al igual que el de Pilade momentos antes. Su tacto es frío y húmedo, pero se obliga a no apartarse pese a la extraña sensación.

–Ay, conejilla...Si es cierto que lo eres, lo serás gracias a tu dulce duda. Eso a él le gusta, a Chirico. Yo una vez fui como tú, un animalillo confuso y sin pensamiento propio. Este sitio te cambia, así que no le temas a la incertidumbre. Aprovéchate de ella, conejilla, porque cuanto antes lo hagas antes te fundirás con el Metamundo. Solo entonces serás libre.

La chica no tiene tiempo de contestar. Antes siquiera de poder abrir la boca, el pececillo empuja su rostro con fuerza hacia atrás. Como posiblemente estarás pensando, no llega a tocar el suelo. En vez de eso, su vista se vuelve negra y, por un momento, deja de respirar.


~


SEGUNDA PARTE: CONEJILLA


Ettore e Andromaca, Giorgio de Chirico

Cuando vuelve a abrir los ojos no hay rastro de Oreste, ni de Pilade, ni de la fuente caliente, ni del tren. El escenario a su alrededor es nuevo para ella, mas algo hace que le resulte familiar. No está segura de si se trata de los castillos que se distinguen en la lejanía, las oscuras nubes que decoran el cielo, el suelo de mármol tintado bajo sus pies o las dos nuevas figuras que se alzan ante ella bajo el pliegue de una tela verde de aspecto pesado. 

No es capaz de percibir con total claridad lo que dicen pero, basándose en su dramática gesticulación da por hecho que ambos se encuentran en medio de una especie de representación dramática. De nuevo y únicamente guiándose por la complexión física de los dos extraños–además de por la propia representación en la que se ven envueltos–, los identifica como un hombre y una mujer, ambos vestidos con ropas de estilo grecorromano. Da dos pasos silenciosos, lo justo para acercarse lo suficiente como para escuchar su diálogo, pero lo único que obtiene es silencio y esta vez no es por nada más extraño que porque la figura más alta los ha hecho callar a ambos.

–Mira, mira–se hace a un lado dejando a la vista de la chica su rostro sin rostro–. Mira qué tenemos aquí, Volos. Te lo dije. Te dije que el loco de Chirico había encontrado a un nuevo conejillo. Mírala, tan inocente...

Mucho antes de que la confusión o el miedo a lo desconocido llegue a nuestra chica, la figura femenina se gira con parsimonia hacia ella dejando a la vista su rostro medio humano, similar al de una estatua en mal estado. De hecho, si la analizara bien, le sería fácil conectar su imagen a la de una vieja estatua de museo. O quien sabe; puede que no, pues el poco tiempo que ha pasado en el Metamundo ya le ha causado estragos.

La llamada Volos escruta a la intrusa con la mirada, enmarcada por lo que parece ser un ceño fruncido. Nuestra chica duda por un momento si eso es buena señal o no.

–Puede que tengas razón–habla por fin con voz aterciopelada, dirigiéndole una mirada rápida a su acompañante–. Pero aun así no lo tengo claro, Ares. Nadie ha informado en el templo de que el periodo de transformación del último conejillo de indias haya finalizado. Y sabes que una vez finalizada la reorientación los primeros en enterarse deben de ser los guías del templo. Está escrito en el libro, siempre ha sido así.

La chica no puede evitar abrir los ojos asombrada al escuchar ese nombre. Ares...–piensa–Debe de ser de quien hablaba Oreste. Bueno, de hecho si lo es. Y la razón por la que han dado el uno con el otro no es una mera casualidad. No, claro que no. Esta vez el proceso debe de verse acelerado para recuperar así el tiempo perdido con el último conejillo de indias, que resultó ser un chico duro de mollera que no se encontraba muy por la labor de sucumbir al cambio propuesto por el Metamundo. Y es la labor de Ares acelerar dicho proceso.

–Deberías de remplantearte el contenido de ese viejo libro, Volos–sugiere Ares con cierto deje irónico–. Este mundo es demasiado complicado como para sugetar su interpretación a las explicaciones anónimas de un libro. Sabes que acepto tus creencias místicas y dogmáticas acerca de Chirico, pero no puedo dejar de recordarte que puede que tu verdad no sea la absoluta. Tú, conejilla–se dirige esta vez a la chica–. Primera lección: aquí tienes libertad de pensamiento. Es una de las reglas impuestas por Chirico: este mundo fue creado con el objetivo de que cada persona fuese libre de interpretarlo a su manera.
》Seguramente ya hayas conocido a Oreste, y si es así, puede que también al mentecato de Pilade. Sería imposible nombrar todas las sectas, religiones y sociedades de pensamiento vigentes en el Metamundo, pero debes saber que aquella a la que pertenece Oreste es una de las más antiguas. Los ideales, se hacen llamar. Creen que todo lo que hay en este mundo es una copia barata de otro infinito e inmutable: el mundo de las ideas. Seguro que has oído hablar de él antes. Como seguro que también has oído hablar de los seres del carromato. Pues aqui tienes de nuevo mi opinión: mantente alejado de esos tipos, no son de fiar. Aunque es cierto que no todos son igual de radicales, su manera de interpretar el Metamundo es un tanto...material, supongo.
》En cuanto a la aquí a mi lado, Volos tiene un cargo muy importante. Pertenece a los guías de templo, que vienen a ser la élite religiosa del Metamundo. Resumiendo, creen ciegamente en una serie de dogmas escritos en el Libro de Chirico. Chirico es quien creo todo esto, pero estoy seguro de que no fue él quien lo escribió. Por mi parte, soy Ares, aunque seguro que eso ya lo sabes.

Sobrecogida por toda la información, se toma unos segundos para respirar el aire rosáceo que sopla a su alrededor. Debido al avance que ha sufrido su reorientación, ya ni siquiera es capaz de sorprenderse con esto. Cierra los ojos durante unos segundos, minutos, horas o días, quién sabe. Una vez los abre de nuevo, habla sin pensar:

–¿Y tú qué? Pareces...normal, si hay algo de normal en todo esto.

–Todo es normal aquí, conejilla, pues es nuestra realidad y no hay nada más real que esto. Puede que hace un tiempo nuestra realidad fuera otra, pero eso es agua pasada. Aquella realidad está muerta y ya no es realidad nunca más. Esa es mi opinión, mi verdad. Puede que tus circunstancias hagan que no compartas mi verdad, ni la de Oreste, ni la de nadie más. El conocimiento no es suficiente para saber tampoco qué verdad lo es realmente, por eso mis creencias son puramente opiniones–hace una pausa queriendo darle a la chica un respiro tras semejante comida de cabeza–. ¿Responde eso a tu respuesta?

También sin previo planeamiento, asiente. Sus pies comienzan a moverse por instinto y pasa por el lado de ambos, volviendo a admirar el paisaje a su alrededor: las nubes negras, el castillo llameante con sus torres acristaladas, el mar de aguas verdes que ha aparecido de repente y, de nuevo, el mármol a sus pies. Vuelve a asentir, esta vez con más ganas, y se gira hacia Ares y Volos.

–De acuerdo–dice decidida. Algo parece haber despertado en su mente y está dispuesta a averiguar de qué se trata–, enséñamelo todo.

El rostro sin rostro de Ares se deforma levemente, como si tratara de sonreír. Ofrece una de sus manos a Volos, quien rueda los ojos antes de tomarla, y la otra a la chica. Tiene la piel extrañamente caliente y su tacto es rugoso, pero de alguna forma esto le hace sentir segura.

–Te dije que era ella, Volos. Ya sabes lo que hacer.

–Malditasea, ¿por qué siempre acabo metida en tareas que no me han sido encomendadas?

Entonces, convierte en un puño la mano que tiene libre y cierra los ojos de piedra. Los tres desaparecen apenas unos segundos después.

~

Esta es la breve historia que tanto quería escribir. Puede que sea mejorable, pero al final estoy bastante satisfecha con el resultado. De hecho, me estoy planteando seriamente continuar con la reorientación de la chica sin nombre incluso habiendo acabado el tema. Eso es bueno, ¿no?



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